“Es mejor no amar para no sufrir después”.
¿Has oído alguna vez este dicho popular? Seguramente sí. Algunas personas consideran que no iniciar el camino de la entrega es preferible al dolor que lleva consigo la pérdida de la persona o ser objeto de nuestra dedicación. John Brantner correspondientemente escribe: «Únicamente aquellos que evitan el amor pueden evitar el dolor del duelo.» Y efectivamente, se trata de una cuestión de elección: cuidar de alguien o algo o nos quedamos sin amar y por tanto sin palpar la vida, con sus momentos álgidos y sus etapas depresivas.
Ciertamente como bien expresa este profesional lo realmente importante es crecer a través del duelo y seguir permaneciendo vulnerables al amor.
¿Cómo es posible, sin embargo, extraer algo positivo de un trago tan amargo y devastador como el duelo?
La clave reside en comprender la experiencia de la pérdida: Definimos esta palabra como el conjunto de experiencias significativas de privación o separación de personas u objetos (también es aplicable a estado reales o imaginarios) con lo que existe una relación o un vínculo .Aunque el tipo de pérdida al que más préstamos atención es la muerte de un ser querido, ciertamente como acabamos de explicar no es exclusiva de la misma sino la vivencia de la privación de algo significativo para la persona. Esto da cuenta de que lo que para un individuo es significativo no lo para otro. Resulta pues absolutamente FUNDAMENTAL abstenernos de juicios sobre los apegos ajenos a los nuestros ya que como reza el dicho: «Cada persona es un mundo».
Lo mejor y el punto de inflexión se encuentra en asomarnos a nuestra propia experiencia: Recordemos quiénes éramos antes de percibir la pérdida de algo / alguien importante y quiénes fuimos a partir de entonces. En el camino hubo y habrá un tiempo para dar cauce al dolor y sentirlo, y un tiempo para comprender que éste obró su finalidad permitiéndonos construir una nueva identidad, integrando esa vivencia en nuestra historia.
Vivir la experiencia de manera apropiada requiere el uso de cinco tipos de enfoques, o miradas, según la dilatada experiencia del Dr. Valentín Rodil Gavala:
- La mirada paliativa
- La mirada preventiva
- El acercamiento evolutivo
- El enfoque resiliente
- El enfoque complejo
El resultado de todos estos enfoques dará como fruto una visión nuestra y del mundo global, con la consiguiente percepción de plenitud.
Recuerda siempre acudir a un profesional empático y cercano a tus emociones.
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