Los seres humanos no somos víctimas a merced de fuerzas impersonales, deidades ni conspiraciones cósmicas. Ni siquiera el contexto social en el que vivimos, la familia a la que pertenecemos ni los genes que se ensamblan en nuestro ADN deciden por nosotros. El hombre puede – y debe- elegir y conducir su propia vida asumiendo las responsabilidades y compromisos que sus actos conllevan. Estamos perfectamente dotados y diseñados para ello y llevarlo a cabo es el eje de nuestra satisfacción y realización personal, así como el beneficio colateral en los sistemas que integramos. Sin embargo, esto que puede resultar sencillo de leer no lo es tanto de aplicar como suele suceder con las diferencias entre el saber y el hacer. Veamos.
Por qué nos cuesta tanto a veces tomar decisiones? Por varias razones:
– La falta o escasez de conocimientos.
Dicho someramente, cuando ignoramos inventamos, y generalmente nuestras invenciones carecen de apoyo objetivo; obedecen más bien a nuestra subjetividad basada en emociones, lo cual obra en pro de la confusión y no en la claridad de ideas. ¿Cómo solucionarlo? ‘ El sabio adquiere instrucción diestra». – escribió Jedidias Ben – Jesé. Por tanto, informémonos bien e investiguemos el asunto desde varias perspectivas y con informaciones confiables.
– La incertidumbre.
Realmente nadie sabe exactamente de qué manera terminará determinado camino. Si tenemos varias opciones podemos valernos del recurso de la proyección visualizándonos en los diferentes destinos y evaluando si es allí donde queremos estar y/ o tomando como referencia los lugares y experiencias que otros han encontrado en ese mismo viaje y qué tipo de herramientas les fueron efectivas. Eso nos permitirá tener amplitud de miras antes de hacer los descartes correspondientes.
– El miedo.
Nuestro cerebro va procesando y poniendo en movimiento las diferentes áreas del mismo y del resto del cuerpo necesarias para cada paso que vamos a acometer. Sin embargo, nuestra mente puede paralizarlo o bloquearlo enviándole la señal de ‘ PELIGRO’ antes de tiempo si hace una interpretación ansiógena del territorio que pisa. Esto se denomina ‘ Mapa mental’ y depende exclusivamente de la mirada que cada individuo imprime a los hechos. Sería metafóricamente comparable a las gafas que llevamos puestas: La clave del éxito en la resolución de problemas (y por ende en la toma de decisiones) no reside en el plano real, si no en la visión que las lentes que estemos usando nos den. Consecuentemente cambiar de gafas es cambiar de visión, y he aquí donde llega la buena noticia, a saber: Está en nuestras manos poder cambiar las que usamos si no nos dan resultados satisfactorios por unas más adaptativas y provechosas para nuestro objetivo.
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